lunes, 28 de diciembre de 2009

Álbum sin láminas (fragmento) - Hans Christian Andersen [ANVP]

« Decimosexta noche
"Conozco a un polichinela - dijo la luna -. El público se alegra cuando lo ve; cada uno de sus movimientos hace a la gente desternillarse de risa y, sin embargo, ninguno de ellos está calculado, todos son de lo más natural.
Cuando era niño y se juntaba con los otros, ya entonces era un polichinela. La naturaleza le había hecho así, le había dado una joroba en el pecho y otra en la espalda. Su interior, por el contrario, lo anímico, estaba magníficamente creado. Nadie tenía más profundo sentimiento, mayor elasticidad de espíritu que él.
El teatro era su mundo ideal. Si hubiese sido esbelto y bien formado, habría sido el mejor trágico de la escena. Lo heroico, lo grande, llenaba su alma y, sin embargo, tenía que ser un polichinela.
Su propio dolor, su melancolía, ponía una cómica seriedad en su cara contrahecha y provocaba la risa en un público que aplaudía entusiasmado tal maravilla.
La preciosa Colombina era con él amable y buena, pero prefería casarse con Arlequín. Era cómico, en realidad, cuando 'la bella y el monstruo' se hallaban juntos en escena. Cuando Polichinela estaba de mal humor ella era la única que podía hacerle sonreír, es más, reír a carcajadas. Primero se ponía melancólica como él, un poco más serena, pero siempre llena de cierto tono burlón. 'Ya sé lo que os pasa - decía-: es el amor.' Y él no podía por menos de reír. '¡Yo y el amor - decía-, sería gracioso!, ¡cómo aplaudiría el público!'. 'Es el amor', repitió ella. Y añadió con un pathos cómico: 'Y es a mí a quien amáis'. 'Sí; eso se puede decir cuando se sabe que no existe el amor'. Y Polichinela dio un brinco en el aire de risa. Su melancolía había desaparecido.
Y, sin embargo, ella había dicho la verdad. Él la amaba intensamente, como amaba lo sublime y lo grande en el arte. Y en el día de su boda hizo él de figura graciosa; pero por la noche lloró. ¡Si el público hubiese visto su rostro contrahecho por el dolor, hubiera aplaudido!
Ahora Colombina ha muerto. El día del entierro Arlequín quedó dispensado de tener que actuar. Era un viudo desconsolado. El director tenía que inventar algo agradable para que el público no echase demasiado de menos a Colombina. Polichinela tenía que ser aún más gracioso. Y él bailó y saltó con la duda en el alma y se le aplaudió con delirio. '¡Bravo, bravísimo!' Se hizo subir al escenaro a Polichinela. ¡Oh, era un artista inestimable!
Anoche, después de la representación, salió el pequeño monstruo fuera de la ciudad y se dirigió hacia el solitario cementerio. Una corona de flores marchitas adornaba la tumba de Colombina. Y allí se sentó.
¡Qué cuadro! Su mano bajo la mejilla, los ojos hacia mí, inmóvil como una estatua. Polichinela en la tumba, digno y cómico a la vez.
Si el público hubiese visto a su favorito habría aplaudido: '¡Bravo, Polichinela, bravo, bravísimo!'. " »