martes, 10 de noviembre de 2009

Pasar al frente de mi puesto

Es curioso cuanto se puede extrañar a una persona que no se conoce. Durante dos meses y medio he visto a esa chica pasar, no sé si seis o siete veces al día frente a mi puesto, y sólo durante la última semana cruzamos una que otra palabra. Y extraño ver ese paso, ese paso no tan ligero pero sí veloz, esa cabeza que se movía como instintivamente buscando con su mirada el suelo dando la impresión de una persona que piensa en la solución de problemas universales mientras camina en frente de mi puesto. Sólo dos veces recuerdo que me haya sonreído en semejante trance, aunque ciertamente era una de esas sonrisas de impulsadora de tarjetas de crédito o de modelo de feria de autos.

Y hoy, hoy fue el primer día del infinito periodo futuro en el que ella ya no pasará por el frente de mi puesto, no lo hará ni seis ni siete veces; ya podría considerarse milagroso si lo hace una o dos por la nostalgia de sus viejas compañeras de labores; ya no pasará veloz, ni agachará la cabeza con su mirada buscando el piso en expresión de solución de problemas universales. Y definitivamente, tampoco me sonreirá ni como impulsadora de tarjetas de crédito ni como modelo de feria de autos, ni de ningún otro modo.

Es curioso cuanto se puede extrañar a alguien que no nos conoce. No estoy seguro de si se acordará mi nombre, ni siquiera estoy seguro de si se acordará el puesto que ocupo, y no creo que se haya percatado nunca de mi atenta mirada cuando ella pasaba al frente de mi puesto. Si creemos al Sr. Holmes, llegaremos a la conclusión de que es lo mejor, así no habrá un gasto innecesario en su espacio de memoria.

Y desde hoy no habrá más oportunidades para que escriba o escuche mi nombre, ni más oportunidades para que conozca mi puesto, ni más oportunidades para que levante su mirada mientras camina y observe como sigo cada uno de sus movimientos. No, ya no habrá más que el recuerdo de alguien que no conozco y no me conoce; y no sé si el recuerdo será suficiente.

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